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Vuélvete al Señor y, con las mejores palabras suplicantes, dile:

«No te fijes en nuestra maldad; mira lo bueno en nosotros; la ofrenda que te traemos son las palabras de nuestros labios. Los asirios no nos librarán, ni montaremos en caballos, ni jamás volveremos a decir a esos ídolos que nosotros mismos hicimos: “Ustedes son nuestros dioses”, porque sólo en ti encuentra misericordia el huérfano.»

«Yo sanaré su rebelión. Los amaré de pura gracia, porque mi ira se ha apartado de ellos.

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